Ayer por la mañana disfruté de un momento maravilloso de esos que cada vez se dan menos en nuestro trabajo, gracias a la sobrecarga de horas lectivas y al timbre que marca sin transición alguna el final de una clase y el comiemzo de la siguiente: estuve charlando un rato con cuatro compañeras. Ya sabía que a ellas les gusta este trabajo nuestro, pero ayer sentí de nuevo ese latido y una vez más aprendí de ellas.
Mari Paz nos contó que había estado en una conferencia que versó sobre cómo ser feliz en el trabajo, cada uno en el suyo, sea el trabajo que sea. Dijo que sería estupendo poder traer a nuestro centro al conferenciante y que todo el que quisiera pudiese beneficiarse de su sabiduría, porque hace falta ser feliz también en el trabajo, amando lo que hacemos, aun en las circunstancias menos favorables.
Echo de menos el tiempo necesario para compartir más momentos así. Echo de menos ir con menos prisas por los pasillos. Me gustaría poder dedicar unos minutos, después de que el timbre haya sonado, al alumno que pregunta una duda o quiere comentar un asunto cualquiera, sin tener que salir corriendo para no llegar tarde a la clase siguiente. Me gustaría disponer de más tiempo y más calma para poder comunicarnos y saber, entre otras cosas, que amamos lo que hacemos.
Graffiti. Calle Huertas, Barrio de las Letras.
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