Son "pensamientillos" que no alcanzan el rango de pensamientos conscientes y están continuamente en nuestra cabeza, suscitando y alimentando con frecuencia nuestros miedos, convenciéndonos de que no vamos a poder lograr lo que nos proponemos, martilleándonos con su toxicidad, que nos limita. Ese monólogo interior nos acompaña siempre, si bien casi nunca le prestamos atención. Solemos ignorarlo y permenacer a su merced.
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Lo de "pensamientillos" se lo he tomado prestado a Santa Teresa de Ávila, es ella quien los llama así en Las moradas, y dice que son como "lagartijillas que por doquiera se meten". No son pensamientos procedentes de la reflexión, van y vienen, se suceden unos a otros de forma poco coherente y no solemos hacerles mucho caso. Por eso Santa Teresa sitúa su origen en la imaginación, a quien se refiere como "la loca de la casa", opuesta a la voluntad consciente y reflexiva.
Algunas de estas "lagartijillas" son completamente inofensivas, pero otras pueden envenenarnos, llenarnos de miedos, de dudas absurdas, de creencias limitadoras. A las primeras podemos dejarlas campar por nuestro interior e incluso sonreíles. Pero si sorprendemos a alguna de las segundas más vale que la espantemos de inmediato. No nos costará ni mucho esfuerzo ni mucho tiempo hacerlo.
Propongo una práctica: prestamos atención a nuestro monólogo inerior en un momento cualquiera del día, lo observamos. ¿Qué ocurre cuando nuestro monólogo "se siente observado", cuando nuestras lagartijjilas advierten que las hemos visto? Dejamos luego "tranquilas" a nuestras lagartijillas y volvemos a prestarles atención en otro momento. Si sorprendemos a una lagartijilla de las peligrosas la identificaremos y la espantaremos. ¿Cómo espantar lagartijillas? Seguro que cada uno sabrá cómo hacerlo y podremos hablar de ello cualquier día de estos.